En este texto me remito a otro que ya publiqué en mi perfil de Ko-fi, y prácticamente suscribiré mis propias palabras (joder lo que hace el egocentrismo…). En fin, voy a ello.
El mundo del arte es, sin duda, uno de los más prostituidos en la historia de la humanidad. Hoy en día parece ser que todo el mundo sabe hacer de todo, o eso asemeja. Claro, siempre y cuando sea relacionado con el mundo del arte… «Yo también sé tocar la guitarrita», «¿ese dibujito le ha costado tanto tiempo?», «¿pero cómo voy a pagar por un poemita que también puedo hacer yo?».
No, yo no puedo hacer ningún dibujito, me considero totalmente incapaz, quizás por eso me fascinan tanto aquellas personas que con un trozo de hoja y un lápiz llegan a hacer maravillas. Esas maravillas conllevan un trabajo y un esfuerzo, y por eso mismo merecen un reconocimiento y remuneración.
Yo no hago obras de arte, o sí, no lo sé. Sé que escribo, y escribo aquello que siento. Considero que no hago «frases para gustar» o «frases bonitas», escribo con toda la pasión y sentimiento posibles, intentando siempre dar mi mejor versión.
Tú me das una palabra, una temática, una historieta y yo te escribo un poema, ¡y encima nos tomamos un café juntos! Lo denominaremos… improvisación poética, parece que suena bien, nos vemos por aquí. ¡De esto tratan los «ko-fis»! Esto es lo que os puedo prometer, el resto corre de vuestra parte.
P.S. Ah, por cierto, iré dejando por aquí los cafés que vaya escribiendo y los que ya he escrito, muy buen provecho con esa cafeína.