Reflexión 4: Otra vez por culpa de los videojuegos

Una vez más, la fama de los videojuegos se ha visto expuesta, cómo no, en alguno de esos programas de «dudosa» procedencia. En esta ocasión, es la ludopatía lo que lleva a los «estudiosos» a arremeter contra aquello de sentarse y «contemplar una pantallita» o «jugar a la maquinita».

En esta ocasión no es mi verdad, pese a compartirla en mayor o menor medida, es la de una persona cercana a mí, que escribió este artículo en una revista de temática videojueguil y que decido hoy traeros, cuando en una ocasión más se aludió a los videojuegos como razón, ni más ni menos, de un genocidio:

El magnicidio llevado a cabo por el noruego Breivik en la isla de Utoya ha puesto en entredicho la naturaleza «violenta» de determinados videojuegos. Es el sino de nuestros tiempos. Los foros acusadores, los mismos que hace treinta años atacaban con similar moralina los presuntos perjuicios de la violencia televisiva (y el sexo, por supuesto) para nuestros menores, al parecer, bobos sin remedio también en la actualidad.

Como si la sociedad no nos enseñara desde niños que la violencia real siempre ha sido seriamente castigada. Sin embargo, la simple observación de la realidad, un poco de interés y un pelín de atención apuntan a todo lo contrario. Ni las azoteas de los edificios parecen repletas de francotiradores de quince años, ni los grandes asesinos aguardan ansiosos en la puerta de la tienda a la espera del lanzamiento del shooter de turno.

El escalofriante mínimo de 2% de psicópatas (sobre el total de la población) que moran nuestro mundo funciona bajo patrones muy diferentes a los de los jóvenes que pasan el rato jugando a la guerra on-line o descuartizando zombis con motosierras.

En su obra Falacias de la psicología (2001), el prestigioso Rolf Degen demuestra con datos sociológicos y de «laboratorio» que todas las sospechas sobre este asunto no son más que una gran mentira.

Debe apuntarse hacia la neurobiología y la genética si queremos empezar a entender determinados comportamientos, en lugar de señalar circunstancias ambientales o coyunturales como las que muchos defienden sin más fundamento que su miope intuición y, seguramente, determinados intereses.

Simplemente añadir que lo fácil es arremeter contra la industria que no nos interesa o que desconocemos, e informarse… pues… ya tal. Porque claro, solo hay x tipos de cultura, y el diseño o lo que nos pueda enseñar una historia manejada por un jugador, no importa y no instruye en absoluto.

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